Crecí viendo series de espías y asistiendo al estreno de "la nueva de Bond" en la semana de su estreno, yasí fue esta vez -y tal vez por última vez-. Este domingo mientras todo parecía pasar por River-Boca y el aforo del Coronavirus, yo estaba en el cine. No voy a contar el final, ni ninguna otra parte, así que pueden seguir leyendo.
Estamos asistiendo a una época de cambios sociales vertiginosa y global y el cine de Bond, siempre estuvo atento a eso. Era sabido que el trato que recibía el casting femenino en la época de Connery hoy es inaceptable, que a todo hombre nuclear le llega su mujer biónica y que ésta era la última entrega de Daniel Craig, el actor que a mi entender le dió un vuelco total al personaje y lo puso de cara a los tiempos que nos toca vivir. Y salí del cine con un nudo en la garganta, algo parecido al síndrome de abstinencia cuando ves el último capítulo, de la última temporada de tu serie favorita. Y como un guiño, la próxima vez que vaya a Italia, -y tal vez no vuelva- voy a tener que ir a Matera a quemar un recuerdo. -Cuando vean la película, van a entender de que hablo...
Pero como acá hablamos de autos clásicos, secaré mis lágrimas con este breve "racconto":
Cuando la zaga 007 comenzó en 1962 con “Dr. No” + Sean Connery, el Product placement no se conocía como tal y los productos aparecían en pantalla porque el escritor Ian Fleming los había puesto en sus novelas.
Así fue como el Martini, (shaked, not stirred), se hizo famoso y sin poner una lira. Los tiempos han cambiado y a Heineken le ha costado unos U$S 45 millones, cambiar el paladar del agente secreto mas conocido.
Con el mismo criterio comenzó Aston Martin, desplazando al preferido de Fleming, el Bentley Sport Tourer 4 1/2. Pero el elegido no iba a ser el modelo conocido por todos. Cuenta la leyenda que para la tercer película, Goldfinger (1964), nace la idea del auto con “gadgets”, una serie de artilugios mecánicos que proveerían a JB de una serie de armas secretas. En la disputa entre un Jaguar 3.4 y un Aston MK3 ganó este último, pero no por mucho tiempo.
Los encargados del “tuneado” fueron los técnicos de AM, pero cuando el equipo de la producción fue a ver los avances, no quedaron satisfechos. Y allí es donde entra en escena el mas famoso de los Bond Car, el DB5 usado en esta película y en la siguiente (Thunderball). Pero éste no fue el único0 8 firmado por Bond.
Durante la gestión de Roger Moore en 1976 para “The spy who loves me”, apareció el Lotus Esprit “sumergible”, a pesar de que Moore era hombre de Aston en “The persuaders” y previamente de Volvo en “The Saint”.
El Esprit era un diseño de Giorgio Guggiaro un poco “abertonado”, que había fascinado a Albert Broccoli (productor y dueño de la franquicia), en un Motor Show londinense. Hábil de reflejos, la gente de Lotus, le dejó uno estacionado en la puerta de Pinewood Studios, la factoría Bond, sacando con esta estrategia, licencia para matar en sus dos siguientes películas.
En 1994 llega Pierce Brosnan, manejando un BMW Z3 (a Roger Moore ya le habían salido los trámites jubilatorios varios años antes, pero a Brosnan lo mantenían precalentando en el banco de suplentes) y ahora sí, con las estrategias del marketing que conocemos hoy en día.
La empresa alemana ya había coqueteado con los ingleses y éstos, aceptado el cortejo, -porque los teutones habían comprado lo que quedaba de Rover-, de ésta forma todo seguía en la isla y no habría traición a la patria.
El Z3 fue un secreto de estado mejor guardado que los Misiles V2 de la WWII. El auto no sólo no estaba en el mercado sino que aún no había salido ninguno de la nueva planta yankee donde se fabricaría. Los pequeños roadster usados en la película fueron construídos totalmente a mano.
“Goldeneye” fue el lanzamiento de un nuevo estilo de Bond y el primer éxito de ventas con la estrategia “es-el-auto-de-james-bond”. En la Avant Premiere, en el Radio City de NY, dejaron veinte Z3 estacionados en la puerta que las celebridades del gran país del norte compraron mas rápido que el pop-corn.
BMW, no se quiso bajar del barco por nada del mundo, a pesar de que afirman que el cobranding fue por canje de derechos publicitarios y que jamás pusieron ni un marco, pasaron Series 7, motocicletas GS1200 y Z8. Y hasta una venta de la marca Rover a Ford. Pero el público extrañaba el volante a la derecha.
Y el DB5?, dónde está el DB5?
Aston retoma el protagonismo en “Die another day” con el Vanquish “invisible”, pero no fue hasta la llegada de Daniel Craig, con toda la onda revival de “Casino Royal” en la remake de la no-oficial y disparatada versión de David Niven y Peter Sellers de 1967, que el DB5 toma un rol mas importante. En ésta, la primer novela de Ian Fleming que no fue elegida como primer película, vemos como llega el DB5 a manos de Bond gracias a una arriesgada jugada de Poker.
La estrategia moderna de Aston con los nuevos modelos es la de tener presencia de marca, porque no le ha servido para mejorar las cifras de venta.
Con Jaguar y Land Rover como coprotagonistas y Bentley (grupo VW), quemándole el rancho sin disimulo, ha lanzado el servicio “Q” de personalización de Astons con el que vemos desde el nombre, el paralelismo con el mítico personaje de Desmond Llewellyn. Ahora podemos encargar un DB10 con lanzamisiles y asiento eyector. Especial para viajar por el conurbano de noche.
En la última película "No time for die" Daniel Craig, deja firmado el 08 del DB5 mientras Aston Martin, lanza versiones especiales 0km de un Vantage y un DBS Superleggera.